Por lo general desprecio la actitud que tienen las personas que se encuentran aturdidas por «el mundo», que tan poco los comprende y tantas desgracias les acarrea.
Como me gusta decir, siete mil millones de personas no pueden estar equivocadas. ¿No es más fácil, más prudente, más piola, más afectivamente económico suponer que es uno el que tiene el punto de vista inadecuado?
Siguiendo con la línea de Gibran, dejo otro texto del mismo libro. Pero no considero a Gibran un resentido, aunque se dirija a algún dios. Busca la solución al problema del mundo fuera del sistema de este mundo, pero expresa tan profundamente las cosas, que le concedo el beneficio de la duda. El mundo que pinta es muy similar al que veo yo, pero a mí me gusta buscarle otra vuelta...
Dios de las almas perdidas, Tú que estás perdido entre los dioses, escúchame;
Destino Gentil que velas por nosotros, locos, espíritus fugitivos, escúchame:
Habito en medio de una raza perfecta, yo, el más imperfecto.
Yo, un caos humano, una nebulosa de elementos confusos, transito entre mundos acabados, gentes de leyes cabales e impecable orden, cuyas creencias están contabilizadas, cuyos sueños están calculados, y cuyas visiones están ya anotadas y registradas.
Sus virtudes, oh Dios, están medidas, sus pecados están sopesados, e incluso las incontables cosas que ocurren en el oscuro crepúsculo de lo que no es pecado ni virtud están guardadas y catalogadas.
Sus días y noches están divididas en etapas de comportamiento y gobernadas por reglas de una exactitud impune:
Comer, beber, dormir, cubrir la propia desnudez, y hasta estar cansado en el momento indicado;
El trabajo, el juego, el canto, el baile, e incluso irse a dormir cuando el reloj indica la hora;
Pensar de cierto modo, sentir de determinada manera, para dejar de pensar y de sentir cuando una estrella se eleva sobre el horizonte;
Robar a un vecino con una sonrisa, el darse regalos con un simpático gesto, elogiar hábilmente, inculpar cautamente, destruir un alma con una sola palabra, calcinar un cuerpo con el aliento, y también lavarse las manos cuando el trabajo del día ha finalizado;
Amar de acuerdo a una regla estipulada, satisfacerse a sí mismos del modo acostumbrado, adorar a los dioses convenientemente, intrigar a los demonios arteramente… y después olvidarlo todo, como si la memoria hubiese muerto;
Tener afecto con algún motivo, observar con consideración, ser felices dulcemente , sufrir noblemente… y luego vaciar la copa que mañana nuevamente habrán de llenar.
Todas estas cosas, oh Dios, son concebidas con juicio, generadas con determinación, cuidadas con rigor, manejadas por normas, regidas por la razón, y asesinadas y sepultadas siguiendo un método prescrito. Hasta sus tumbas silenciosas, que yacen en el interior del alma humana, están rotuladas y numeradas.
Éste es un mundo perfecto, un mundo de excelencia intachable, un mundo de sublimes maravillas, el más exquisito de los frutos del jardín de Dios, el esquema perfecto del universo.
Pero ¿por qué debo estar aquí, oh Dios, yo, una semilla infértil de una pasión insatisfecha, una loca tormenta que no va hacia el oriente ni el occidente, un azorado despojo de un planeta arrasado?
¿Por qué estoy acá, oh Dios de las almas perdidas, Tú que estás perdido entre los dioses?