miércoles, 24 de septiembre de 2008

La función agota al órgano

Una vez, a la Mona Jiménez, cuando era joven, le pegaron un botellazo en la cabeza. Quedó inconsciente, y su rehabilitación le llevó semanas. Eso significó aprender a hablar, a comer, a caminar...
De repente, casi hombre, me veo dueño una serie de nuevos órganos, que, como todo órgano, yo no elegí tener, y a los cuales tendré que asignar alguna función, para que no se vuelvan un contrapeso.
Ahora se me ocurre estúpidamente que la vida es un plan como los que te diseña un empleaducho ignorante -de esos que escrituraron la década pasada-, y que te venden unos energúmenos por teléfono, y que vos aceptás comprar y pagar; pero, leyendo la letra chica del contrato que te envían semanas después de la adquisición, te das cuenta de que hay una serie de intereses y servicios extra que no te queda otra que pagar... hasta que puedas rescindir. Y no hay protección al consumidor que pueda con tan poderosa empresa multiplanetaria...
«Cuando un cliente compra una cosa, está comprando dos...» (Manolito, Mafalda 9)


El muy humilde siervo de vuestras reverencias

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