domingo, 7 de septiembre de 2014

Partir es morir un poco...

... dice Susanita. No hay que esperar que alguien muera para perderlo. Qué es el tiempo, sino una herramienta que nos legó la divinidad para que sepamos que podemos mejorar.


Acep­tar que tal o cual ser, a quien amá­bamos, ha­ya muer­to. Acep­tar que es­te o aquel ser no sea más que un muer­to en­tre mi­llo­nes de muer­tos. Acep­tar que és­te o aquél, vi­vos, ha­yan te­ni­do sus de­bi­li­da­des, sus ba­je­zas, sus erro­res, que no­so­tros tra­ta­mos en va­no de en­cu­brir con pia­do­sas men­ti­ras, un po­co por res­pe­to y com­pa­sión de ellos, mu­cho por com­pa­sión de no­so­tros mis­mos, y por la va­na­glo­ria de ha­ber ama­do so­la­men­te la per­fec­ción, la in­te­li­gen­cia o la be­lle­za. Acep­tar su in­de­pen­den­cia de muer­tos, no en­ca­de­nar­los, po­bres som­bras, a nues­tro ca­rro de vi­vos. Acep­tar que ha­yan muer­to an­tes de tiem­po por­que no exis­te el tiem­po. Acep­tar nues­tro ol­vi­do, pues­to que el ol­vi­dar for­ma par­te del or­den de las co­sas. Acep­tar nues­tro re­cuer­do, pues­to que, en se­cre­to, la me­mo­ria se es­con­de en el fon­do del ol­vi­do. Acep­tar in­clu­so —aun­que pro­me­tién­do­nos que lo ha­re­mos me­jor la pró­xi­ma vez y en el pró­xi­mo en­cuen­tro— el ha­ber­los ama­do tor­pe y me­dio­cre­men­te. 



Marguérite Yourcenar, Peregrina y extranjera



Desde Santafé de Bogotá, el muy chévere siervo de vuestras reverencias