domingo, 24 de enero de 2016

Siga, siga, no hay nada que ver aquí

Hoy a la tarde volvía bastante meditabundo sobre las cosas de la vida, «las puntas de la vida», diría Manolito.
Desde que busqué la parada del 79 hasta que llegué a casa me crucé con un señor que me preguntó por un hotel alojamiento -le contesté que no era de la zona-, una señora en el colectivo que estaba atribulada por el calor y por su plan de $ 17 de Movistar que no respondía -le recomendé que insista con el *611-, un pibe que quería llegar de Burzaco hasta Monte Grande -le comenté que a esta hora lo mejor es el tren combinando en Temperley-, y un motoquero perdido por el horrible sistema de numeración de las calles del barrio -le indiqué que se fijara una cuadra más, en la casa de ladrillo-.

Es muy difícil perder la fe en lo que no se ve, cuando te da tantas señales de que algo hay, y que posiblemente tenemos siempre la respuesta correcta a las preguntas mal formuladas.


El muy creyente siervo de vuestras reverencias