lunes, 18 de agosto de 2008

The Blue Rose [Posteo original: 7/12/06]


Les paso un testimonio personal a la víspera de mi natalicio. [N. del R: Qué añoranzas... todavía tenía 24 pirulines...]
Hace más de diez años, encontré en una Selecciones de los ’80 este texto acompañado por fotos, los que me conocen comprenderán al leerlo por qué me toca de cerca. Los que me conocen también se asombrarán de verme publicar un texto “rosa”; pero antes de juzgarlo léanlo con atención.
Una mano pragmática –seguro que no fue la mía– tiró la revista a la calle para el botellero. Desde que me di cuenta de eso, me paraba en cada librería en que se vendían ejemplares viejos de revistas por un peso a ver si encontraba la Selecciones con ese poema. Hasta que antes de ayer me avivé de que Internet es el paraíso de los fragmentos extraviados. Lo que presento acá es mi adaptación del texto en español [N. del R.: Debí haber escrito «castellano»... ¡maldito nacionalista español, yo!] de la revista con correciones basadas en el original en inglés.
Vale la pena leerla.
El muy humilde siervo de vuestras reverencias
La rosa azul (Gerda Klein)
Jenny es una nena, una nena adorable de ojos castaños y de cabello también castaño oscuro.
Si el pelo se le viene a los ojos, lo corre a un costado, pero no se lleva la mano a la frente directamente, como cualquier otra nena. Ella la hace revolotear como una flor al abrir sus pétalos. Y después aparta los cabellos que le cubren los ojos.
Y es que ¿saben? Jenny es diferente. ¿Diferente? Sí, diferente a la mayoría de las nenas. Porque indudablemente no todos somos iguales, no pensamos igual, no actuamos igual, ni nos vemos igual.
Para mí, Jenny es una rosa azul. ¿Cómo, una «rosa azul»? ¿Han visto alguna vez una rosa azul? Hay, desde ya, rosas blancas y rosas color rosa; hay rosas amarillas y, por supuesto, montones de rosas rojas, pero... ¿azules?
Todo buen jardinero quisiera cultivar una rosa azul. Sólo por verla, muchedumbres enteras vendrían de muy lejos; sería una rosa singular, diferente y bellísima.
También Jenny es diferente. Por eso, a su modo, se parece a una rosa azul.
Cuando Jenny vino del hospital a casa era una bebé rosada, tierna y redonda, que lloraba más que otros chicos. ¿Por qué? Porque tal vez veía otras sombras que la atemorizaban. Percibía quizás sonidos que eran extraños para ella. Cuando fue un poco más grande, Jenny estaba siempre al lado de su mamá y se abrazaba a ella con fuerza.
Según cuentan, cuando un gatito pierde la cola, se le afina el oído. Es cierto que la cola ayuda al gato a correr más rápido, pero un gato sin cola oye mejor y percibe las pisadas más pronto que los otros gatos. Cierta gente ignora que tales gatos tienen un oído finísimo: sólo ve que les falta la cola. No faltan chicos crueles que al mirarlos se burlan: «¡Gatito sin cola! ¡Gatito sin cola!». A veces, Jenny corría buscando a su mamá y la abrazaba fuerte. Al menos sin ninguna razón que notemos a simple vista.
Así, acabamos comprendiendo que Jenny vivía en un mundo un poco diferente, en cierta forma desconocido para nosotros. Y comenzamos a darnos cuenta de que habitaba un mundo en el cual quizás nosotros no nos sintiéramos tan bien como en el nuestro propio. Tal vez el ir a él equivaldría de algún modo viajar a otro planeta.
Podría decirse que Jenny se encuentra detrás de un biombo, un biombo invisible para nosotros. Tal vez esté pintado de colores preciosos. Es posible que estos colores la distraigan y que a veces le impidan prestarnos atención cuando le hablamos . O quizás, es que escucha alguna música que no alcanzamos a oír.
Se asegura que los peces usan un lenguaje y una música que sólo ellos pueden interpretar, traída por las olas. Una música que no podemos oír, porque el oído humano no es lo bastante delicado. Puede ser, entonces, que Jenny quizás perciba sonidos que nunca oímos nosotros. Tal vez por eso suele dar un salto y entregarse a su baile desgarbado.
En ocasiones me figuro que Jenny es como un pájaro, un pajarito de alas muy cortas. Para un ave así, volar es difícil: le exige más fuerza, mayor trabajo, más tiempo. Para el ave de alas normales, volar es natural, pero el pájaro alicorto tiene que esforzarse más para aprender. En cierto modo, tiene que ser más inteligente. Y por lo tanto, debemos comprender cuánto ha logrado Jenny después de que aprende algo.Y todavía existe otra Jenny, que, cuando sopla el viento, alguna tarde tormentosa de invierno, está sentada en su mecedora, sola, hamacándose, arrullando a su muñeca en brazos. Se siente perpleja e inquieta en su interior; y murmura despacito: «Mami, Sally dice que soy retrasada. ¿Qué quiere decir eso, mamita? “Retrasada”, repiten los chicos, y se ríen. ¿Por qué se ríen, mamá?».
Hay muchas cosas que Jenny no puede comprender. Y hay muchas cosas, también, que otras personas no entienden al tratarse de Jenny. Que Jenny es como un gatito sin cola, que es otra la música que llega a sus oídos... que Jenny es como un pajarito de alitas cortas, y que por ello necesita protección.
Jenny es como una rosa azul, delicada y exquisita. Y, siendo tan pocas las rosas de color azul, sabemos muy poco de ellas. Sólo sabemos que hay que cuidarlas con mayor esmero... y quererlas mucho más.

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