Ya lo dijo Homero, amigos, míos: «La bola en la ingle es la bola en la ingle». ¡LA BOLA EN LA INGLE! Creo que esa frase es por demás sugerente: la vida es recibir una y otra vez una bola en la ingle, piensen que Hans Moleman, conocido entre nosotros como Juan Topo, sacrificó su virilidad para demostrarnos lo duro de la existencia que te hace revolcar de dolor. Sí, ese Juan Topo que se enamoró de Selma la hermana de Marge, ese Juan Topo al que besarlo es como besar una palanqueta, el Juan Topo que lee un signo de interrogación entre las letras de una prueba de capacidad visual. ¡Oh, Juan Topo!
Péguenle una trompada a los gansos (sonó a “péguele una patada al balde”) que tratan de levantarse minitas con “la vida es una caja de chocolates”... La verdadera frase motivadora es “LA BOLA EN LA INGLE ES LA BOLA EN LA INGLE”. Y esta aparente tautología es simplemente la comprobación de la ley de que “A = A”, que en cinco años de matemática para bachilleres más un año de matemática financiera no me permitieron comprender. La bola en la ingle sólo puede definirse como la bola en la ingle.
Por eso, por todos los que lo amamos y aprendemos de la sabiduría de Juan Topo, va dedicado este flog [N. del R: Léase "blog"], para ese Juan que si fuera defensor no sería como los maricas en la barrera que cuando van a patear el tiro libre se cubren los genitales con las manos. ¡Juan Topo macho! Hay que ser como Juan Topo, y salir a pelearle a la vida con el vientre indefenso, dejando las manos libres para salir a atacar empuñando la espada con la derecha y la daga con la izquierda. ¡Larga vida a Juan Topo!
[Dejo espacio para escribir encomios y alabanzas al gran prócer Juan Topo.]
El muy humilde siervo de vuestras reverencias
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