viernes, 5 de junio de 2015

No apoyo la marcha

Ni la censuro, porque me emociona hasta hacerme lagrimear ver que las personas puedan reunirse y plasmar en signos sus ideologías. No me veo motivado a estar a favor de una manifestación cuando considero que se fundamenta en la reacción, pero me da ganas de vivir ver cómo la libertad se mueve sin andar mostrando salvoconductos.
Si quien está leyendo esto no tiene el vicio de la taxatividad, asumirá fácilmente que pese a lo que acabo de afirmar no soy un detractor del movimiento, porque yo nunca golpearía ni mataría a una mujer -ni a un hombre-, ni incitaría activa o pasivamente a otros a hacerlo, ni aprobaría que otros lo hayan hecho.

Por lo general les cedo el asiento. Un poco lo hago por costumbre, porque de chico me mis padres me inculcaron bienintencionadamente que "eso es de caballeros", pero básicamente lo hago porque tengo en cuenta que la mujer en promedio tiene menos resto físico y, quién sabe, puede estar menstruando, aceptando o soportando los mecanismos que su organismo realiza para una función que no eligió o de cuyas consecuencias prefiere no hacer uso. Respeto lo que cada uno desee hacer con su cuerpo, siempre que respete la dignidad de los cuerpos ajenos.
También tengo por costumbre dejarlas pasar primero, abrirles la puerta y ofrecerles cargarles las bolsas. Admito a la mujer que acepta con buen tino esos "gestos" sonriendo, como así a la que graciosamente los rechaza; en este último caso, disfruto si juntos podemos bromear sobre estas actitudes que no están basadas en la sublimación de mis postulados machistas y dominantes sino en la cordialidad, en el peor de los casos.
También admiro a la dama que se pasa la jornada entera en tacos, incluso si es para conseguir la aprobación de sus pares féminas, antes que los favores de un Don Juan. Tampoco protesto cuando veo a una mujer progresar porque abusa de su atractivo físico o su buena predisposición para el goce venéreo, aun cuando eso me pueda perjudicar a mí o a otros en alguna aspiración. No está escrito que las promociones deban estar basadas en los méritos inherentes a la tarea que se va a desempeñar.

Rechazo la violencia física, así como desprecio que otras mujeres agobien o aíslen a otra porque no les gusta su estilo o porque su silueta no se condice con los estándares geométricos que ellas consideran aprobables. "No todas las mujeres son así". Claro, no generalizo. Pero tampoco todos los varones andamos con el puño cerrado listo para impactar sobre un ojo que tiene dos cromosomas X o dañar ovarios con una patada. "Sangrále la cara" lo escuché de una chica, no de un boxeador amateur. Eso también lo repudio.
No replico cuando justifican sus actos poco medidos emocionalmente declarando "y bueno, soy mujer", porque sé que polemizar no favorece a nadie. Las escucho y tomo en consideración sus postulados, aunque sea posible que alguna pueda bajarme el pulgar sin siquiera saber qué siento o pienso yo simplemente porque tengo un pene, aunque en muchos aspectos yo no me maneje o perciba como el varón estándar.

Aunque esté un poco cansado de un sistema que muchas veces nos invita a defendernos antes que a afirmarnos, o que prefiere querellar antes que convencer, creo que uno de los pocos motivos por los que arriesgaría impulsivamente la vida es proteger la libertad de expresión, más si sostiene un derecho legítimo.

Realmente, estoy un poco hastiado de todo, pero de todo posta; sin embargo sigo sonriendo, apostando y aprendiendo, porque todavía creo que todos podemos animarnos a amarnos unos a otros, y a aceptarnos y querernos, no por qué somos, sino porque somos.

Ojo: esto no es una declaración de principios: es un desahogo nada más.


El muy humilde sierv@ de vuestras reverencias

miércoles, 3 de junio de 2015

Las polemistas de Hamelin

«Las damas sensibles y responsables no quieren votar», dijo el presidente estadounidense Cleveland en 1905.


¿Y el amor dónde está en todo este sistema? Ah, no: preferimos prescindir de esa hipótesis, porque nos da miedo.


El muy humilde siervo de vuestras reverencias